Obama no dio muchos detalles de la operación. "El pasado agosto me informaron de una pista sobre el paradero de Bin Laden", dijo el presidente, "oculto en una casa" en Pakistán, en el distrito de Abbotabad, a unos 60 kilométros de la capital pakistaní. Finalmente después de meses de planificación y dudas, decidió ayer dar la orden final y autorizó la actuación de "un pequeño equipo" con la misión de detener al líder de Al Qaeda. Tras un tiroteo, los miembros de las fuerzas especiales acabaron la vida de Bin Laden "y se hicieron con su cadáver", explicó el presidente.
"Estados Unidos puede hacer lo que se propone"
"Ya especifiqué que intervendría en Pakistán en el caso de hallar el paradero de Bin Laden", dijo Obama para justificar la intervención que no parece haber contado con el apoyo previo del gobierno de Islamabad, que fue informado a posteriori de los acontecimientos. Pero "ha sido la cooperación anti terrorista entre los dos países", la que ha permitido acabar con el cerebro de los atentados del 11-S.
En su breve alocución desde la Casa Blanca, el presidente recordó las heridas dejadas por los ataques terroristas, "los niños que crecieron sin sus madres", "las sillas vacías en las cenas" y las casi tres mil victimas mortales de Nueva York, Washington y Pensilvania. El mandatario también recordó los momentos de "unidad" que se vivieron entonces, hace algo menos de una década.
Obama se adjudica una importante victoria diplomática, militar y moral en un país todavía traumatizado por los eventos, un logro que no consiguió su predecesor, George Bush. Al llegar a la Casa Blanca, enfatizó el presidente demócrata, "hice de la captura de Bin Laden el objetivo principal" de las operaciones estadounidenses en Afganistán. "Estados Unidos puede hacer lo que se propone, una vez que toma la decisión de hacerlo", concluyó Obama.
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